¿Quiénes son estas personas que destruyeron el Cristo de la Gratitud Nacional? y ¿Quiénes son, los que han destruido el Instituto Barros Arana? los que queman Iglesias, etc….la lista es larga. ¿Es que protestar se ha vuelto una ocasión de abandonar la identidad y la razonabilidad de las propias causas?
¿Quién es el otro?
La recurrente opción por la violencia enmascarada, el desprecio del diálogo y de la paz por medidas extremas, está deformando gravemente el lenguaje de la democracia. Por otro lado, la política de tantas autoridades de tender a justificar estos actos asumiendo la tesis de «los infiltrados» o de las «inequidades del modelo» no ha hecho más que exacerbar ánimos y expectativas, legitimando la violencia como método en cambio que identificar los desafíos que motivan estas protestas. Vivimos la paradoja que, nunca como ahora, se había esperado tanto del Estado y de la ley, y nunca como ahora, se ha debilitado y humillado la convivencia y la sociedad civil por ausencia del Estado. Es urgente mirarnos a la cara con quienes disentimos… ¿quién es el otro con el cual estoy en desacuerdo? Y ¿por qué se recurre a esta violencia extrema?
El naufragio de la autoridad, quizá se vea facilitado, cada vez que ponemos nuestras interpretaciones delante de los hechos en lugar de encontrar a estos jóvenes en las condiciones reales en que ellos están: si es una circunstancia de delito, de falta grave o de miseria, también ésta será una ocasión de diálogo y de encuentro.
Tolerancia de la violencia, la “soledad” del Estado.
La tolerancia de la violencia sin interrogarla en las razones profundas de sus autores, humilla a quien padece sus consecuencias y también a quienes ejecutan estos actos. Últimamente confundimos una exigencia cultural de comprender frustraciones e insatisfacciones, con la ausencia de liderazgo institucional. Así, como en una época no bastaba hablar de los desaparecidos, había que saber quiénes eran; hoy necesitamos saber quiénes son los que en el anonimato destruyen sistemáticamente la convivencia nacional y convocarlos a un verdadero diálogo.
Un estado paternalista, que parte siempre de la ley, necesita concebir a los otros como inocentes, para aparecer solucionando todo: esta hipótesis ha fracasado. El espectáculo más grande, en cambio, es descubrir hombres responsables, apasionados por su libertad y lo que construyen y solidarios en sus errores.
El bien comun de rodillas.
En las horas de confusión que vivimos hoy en Chile ¿es posible contribuir al bien común? Aun con todas nuestras faltas y con el deterioro y corrupción del mundo público y empresarial, ¿es posible construir » una casa más habitable para el hombre»?
La destrucción del Cristo, en el fondo, es una pregunta a los fundamentos vivos de nuestra cultura e institucionalidad. No es una casualidad que el agobio y violencia irracional interpele el simbolo más expresivo de nuestra humanidad. A todos esta ofensa nos interpela: ¿Qué permanece del sacrificio de Cristo en nuestra conviviencia?
El urgente llamado al diálogo de Monseñor Ezzati, en la misa de desagravio a la Gratitud Nacional, nos convoca a redescubrir el valor de la persona humana :”Nuestras diferencias, en un clima de respeto mutuo y amistad civica, se convierten en piedras preciosas para cosntruir una polis que sea casa comun para todos, especialmente para quienes mas lo necesitan”.