Son múltiples los hechos que han generado las protestas sociales originadas en injusticias, abusos y privilegios de unos pocos contra las mayorías. La comprensión de este fenómeno no podrá estar ausente en la próxima cita de los constituyentes ni en la reflexión de cada uno. Sin embargo, se ha pretendido encontrar para algunos en la normalización de la violencia un método de cambio social y en otros se trataría de la única respuesta al sistema político económico.
¿Es razonable el surgimiento y la continuación de la violencia en La Araucanía y plaza Italia? ¿Es Chile un país violento? Cuáles son las armas de la violencia que la hacen perdurar aunque parezca que ni florecen sus objetivos ni se marchitan sus prácticas? ¿Qué imita o simula la violencia: se trata de una semejanza perdida, o de un fingimiento o de una mera representación?.
1.- Simular es asemejarse a otro:¿tolerancia sin crítica?
La expresión de la violencia documentada abundantemente desde el 18 de octubre y en los últimos hechos, sin duda que expresa algo de nosotros, quizá algo extraviado que se asemeja al lado gris de cada uno, de lo contrario no se entendería que se opina críticamente, pero se tolera, también por la ineficacia de la ley. Las encuestas no revelan por donde atraviesa la línea entre la crítica y la tolerancia de la violencia. Lo que es claro es que la «crítica a la violencia» no se distingue de la tolerancia permisiva – como en otros tiempos- y por tanto estamos ante una incapacidad de aprender de los errores. Una tolerancia sin crítica real vuelve infecunda las leyes, la educación y la misma convivencia.
2.- Quien se apropia de la violencia…¿de qué se apropia?
Los ritos de la violencia han desfilado sobre un escenario reiterado poniendo de rodillas a sectores enteros de la población, barrios completos, destruido empresas y trabajos, y sobre todo han sumido en el miedo a tanta población. La explicación de que se trata de grupos anárquicos, lumpen, narcos, etc. es insuficiente, no solo porque no explica la génesis, sino porque no deja ver el contagio que han generado y que va más allá de las subculturas.
Quizá lo más triste aún no lo vemos y es que acabada la orgía, tantos seguiremos mirándonos y comprendiéndonos a través de la violencia como método. El que solo mira también asiente.
Hasta ahora no tenemos huellas de una identificación en que se asuma conscientemente este fenómeno. No se podría hablar tampoco de ideologías que quieran adoptar este «nuevo descubrimiento», aunque hayan intentado un discutible interés electoral de apropiarse…como si fuese posible apropiarse de una simulación, de un fingimiento.
3.- La violencia como sociedad del espectáculo.
Representación es algo que no se es, pero se justifica a sí mismo como sustituto de lo que está ausente, de la política ausente, por ejemplo. ¿Cómo se explica esta paradoja que esta destrucción encuentre su épica en una justicia denegada? Quizá la violencia ha llenado un espacio para el cual no teníamos respuesta, una política ausente ha encontrado un sustituto. Y la explicación no ha venido de los vándalos, sino del mundo de la política. Es una cosa nueva con la que nos topamos, el espacio vacío de una presencia cultural y política ha sido llenado de improviso por una violencia desatada, que no podía avergonzarnos porque la responsabilidad de la ausencia de la política es muy vasta, los ausentes somos tantos, y el usurpador nos ha encontrado incómodos pero nos ha llenado un vacío. Finalmente descubrimos nuestras culpas, y le dimos la bienvenida – incluso en el congreso- al nuevo huésped.
Ahora estamos entrampados en una política que simula la violencia, los desacuerdos, que exacerban los conflictos…La política ha simulado llenar un espacio con la violencia …como un padre alcohólico, que no pudiendo cumplir con sus hijos golpea a su mujer!
Un testimonio que desarma
Algunas madres impotentes acompañan a sus jóvenes hijos a las plazas de las urbes donde éstos bajan al rito de todos los viernes -sin compartir sus prácticas, no los sueltan- son un testigo elocuente de la esperanza que desafía la irracionalidad de la violencia. El Estado no ha sabido «resistir» a la violencia, esas madres sí!! Saben lo que son las lacrimógenas y el temor de perder un hijo, algo más grande que el miedo y la impotencia las tiene en pie. Por otro lado, tímidamente, en vísperas de una Constituyente, ciertas personalidades pierden el temor al diálogo y a ponerse preguntas… saliendo del complejo de simular que dialogamos.
Quizá por qué cedimos a tomar en serio la realidad…lo contrario de estas madres resilientes cuya esperanza desafía cualquier simulación de la política que no sea un afecto radical por sus hijos, por los jóvenes. Quizá esta humilde forma de amar la realidad sea un inicio para la política.