Grégoire Ahongbonon (Benín, 1953), es el fundador de la Asociación San Camilo de Lelis, en Costa de Marfil. Nace en el seno de una familia campesina en un pequeño pueblo africano.
En los años setenta emigra a Costa de Marfil, donde consigue trabajo. Al cabo de un tiempo pasa por dificultades económicas, llevándole esta situación a una grave crisis personal.
Tras una peregrinación a Jerusalén, Grégoire Ahongbonon cambia radicalmente su vida, empezando a dedicarla a los enfermos psíquicos, que en la África Occidental son abandonados por sus familias y marginados por la sociedad, y crea una asociación por esta causa.
Grégoire Ahongbonon ha recorrido desde 1983 miles de kilómetros polvorientos entre Costa de Marfil, Benin y Burkina Faso para sanar y recuperar a enfermos de toda índole. En 1992 comenzó a ocuparse de “los olvidados de los olvidados”, los enfermos mentales. En Encuentro Madrid nos contará por qué inició esta aventura y cómo la lleva a cabo.
“Los enfermos mentales representan una vergüenza para las familias, para la sociedad, para los poderes públicos, y debería serlo para la humanidad entera. Cuando veo a un hombre bloqueado en un tronco, es la imagen de mi propia persona y de la humanidad. Cuando veo a una mujer desnuda en la calle, prisionera en un tronco, es la imagen de mi madre y de todas las mujeres del mundo” (Grégoire Ah.).
Grégoire Ahongbonon rescata de la calle o de sus propias casas a los enfermos mentales, les da ropa limpia, medicamentos y un hogar (“jamás volverás a dormir en la calle”, les dice, a sabiendas de que niños y viandantes los apedrean y apalean). Finalmente, hace todo lo posible para que los enfermos puedan volver a sus casas y sean aceptados.
No creo que nadie pueda explicar exactamente de dónde sale Grégoire, por qué decidió dedicarse por entero a esos “diablos encadenados por sus propias familias”, de dónde saca el amor y la autoridad para abajarse a la tierra, romper (literalmente) las cadenas que los atan al infierno y desafiar a poblados enteros para que se atrevan a tratarlos con la dignidad y el respeto que nunca tuvieron. Es fácil olvidarse de África; también es fácil albergar sentimientos melifluos o desear cambiar la historia de los hombres. Grégoire, sin pedir permiso a nadie, ha comenzado a cambiar el mundo.
“Si un pobre hombre como yo, que no sabe de nada, que es un inútil, un inútil en todo, ha vuelto su mirada a estos enfermos, que están olvidados por todos los intelectuales, por todos los sabios del mundo; si Dios ha querido que un miserable como yo emprenda una actividad semejante es para que podamos todos abrir los ojos, es para permitir a la humanidad abrir los ojos. Hay hombres que están olvidados y Dios nos interpela, nos interpela a todos”.