Por Luca Valera
Dos noticias relacionadas, dos historias similares – pero no idénticas. Y una vez más reaparece el tema de los derechos de los animales.
La primera, en Santiago de Chile: un hombre se cae dentro de la jaula de los leones y, entre los gritos de los visitantes, empieza a llamar la atención de los leones, citando frases bíblicas como si fuera el profeta Daniel. La segunda, en Cincinnati (Ohio): un niño de tres años de edad, sube a la jaula de los gorilas, cae en esa, y a él se acerca de inmediato Harambe, un espécimen en peligro de extinción.
Dos seres humanos: ambos en peligro de vida, ambos a causa de la negligencia humana – de los encargados del zoo, de los padres, de quienes no han podido/querido intervenir antes para ayudar a un hombre en dificultades mentales evidentes. Ambos salvados a costa de la vida de “animales no humanos”, para usar un término difundido por los activistas de Liberación Animal. El precio a pagar es muy alto, dicen los indignados en la web: la vida de dos leones y de un gorila. Y afuera de la Clínica Indisa un grupo de manifestantes pide simbólicamente la cabeza del hombre sobrevivido. Se dice incluso que tenía en el bolsillo una carta con declaraciones suicidas.
Pero las reflexiones vienen después – re-flexionar significa precisamente flexionarse una segunda vez. Lo que queda es el acto de los guardianes de los dos zoológicos: sacrificar la vida de animales no humanos para proteger la vida humana. Un acto idéntico, más allá de las intenciones humanas, más o menos inteligibles. Lo que queda es un hecho tan obvio que parece ahora irreconocible: en el peligro, el hombre siempre elige instintivamente a favor de la vida humana, sin pensar demasiado.
No hay proporción entre el dejar morir y el devolver a la vida, ofreciendo una segunda oportunidad. El ser humano tiene una inmediata “intuición emocional” de los valores a conservar, y uno de ellos es la vida humana. Lo que viene después (los chismes, las manifestaciones, los post en la Web)… es pura ideología.
Sin embargo, la verdadera pregunta – por desgracia no resuelta – que queda, observando los comentarios aberrantes en las redes sociales, es otra: ¿Qué sociedad estamos construyendo? ¿Una sociedad que no quiere cuidar la vida? Esto sería justamente el primer deber de la sociedad: proteger las vidas de sus miembros, ya que, si no hay vida humana, no hay sociedad. Es auto-evidente
Otra cuestión se refiere a lo que ocurrió antes de estos hechos: ¿Por qué la sociedad no se ocupa de sus miembros con una enfermedad mental? ¿Por qué los padres no se ocupan de sus hijos? ¿Por qué un animal tiene que permanecer encerrado en un ambiente que no es “el suyo”?
Pero no es una cuestión de derechos de los animales, no digan tonterías. Es una cuestión de deberes humanos, o, más propiamente, de educación. Y ésta, a los leones y a los gorilas no se puede enseñar. A los seres humanos, por suerte, sí.