La hija de dos años de Emmanuel Mounier (1905 – 1950, filosofo católico francés), tras recibir una inyección equivocada, contrajo una encefalitis aguda que le permitiría vivir tan solo 4 años más, y mentalmente en tinieblas. En su libro “Conversaciones”, Mounier describe su experiencia de sufrimiento a la vez que pregunta a Dios sobre el sentido de la dolorosa situación de su hija.
«¿Qué sentido tendría todo esto si nuestra pequeña hija fuese solamente carne enferma, carne adolorida, y no una blanca y pequeña ostia que nos sobrepasa a todos, la inmensidad de misterio y de amor que nos enceguecería si pudiéramos verlo cara a cara? No debemos pensar en el dolor como algo que nos es arrebatado, sino como algo que nosotros donamos, para no ofender a este pequeño Cristo se se encuentra en medio de nosotros (…) Sentía acercarme a esta cuna sin voz como a un altar, como a un lugar sagrado donde Dios hablaba como por un signo. Una tristeza penetrante y profunda; profunda, pero ligera y transfigurada. Y alrededor de ella, una adoración, no tengo otra palabra. Con toda seguridad, nunca he conocido de forma tan intensa el estado de plegaria como cuando mi mano le decía cosas a esta frente que no respondía nada, cuando mis ojos se arriesgaban hacia esta mirada distraída, que llevaba lejos, lejos por detrás de mí, no sé qué acto emparentado con la mirada, un acto que miraba mejor que la mirada. Misterio que sólo puede ser de bondad; me atreveré a decir: una gracia demasiado grande, una hostia viva entre nosotros, muda como la Hostia, resplandeciente como ella. Si toda plegaria verdadera se fundamenta en la muerte de las potencias, sensibles, intelectuales y voluntarias, si la fina punta del alma del niño bautizado, como escribe no sé qué autor espiritual, es puesta en el instante del bautismo en comercio directo con la vida divina, ¿qué esplendores se ocultan en este pequeño ser que no sabe expresar nada a los hombres? Le hemos deseado durante muchos meses que se marchara si tuviera que quedarse así. ¿No es esto sentimentalismo burgués? ¿Qué quiere decir para ella ser infeliz? ¿Quién sabe si no se nos ha pedido que guardemos y adoremos una hostia entre nosotros, sin olvidar la presencia divina bajo una pobre materia ciega? Mi pequeña Francisca, tú eres para mí la imagen de la fe. Aquí abajo la conoceréis en enigma y como en un espejo…
(28 de agosto de 1940. Conversaciones).