Por Mónica Cosseta
Queridos amigos:
Estas líneas son para contarles lo que estamos viviendo aquí, deseándole que nunca les toque vivirlo.
Como habrán leído y se habrán enterado por todos los medios de comunicaciones, estas últimas semanas nos ha cambiado la vida a todos. El 21 de febrero tuvimos el primer caso de Covid19 en Italia, cerca de Milan, y nadie se podía imaginar lo que habría pasado a partir de allí. ¡Gracias a Dios los colegios iban a tener 4 días de vacaciones de carnaval y eso creo que nos ha ayudado en principio, y desde entonces nadie ha vuelto a clase!
Ha empezado como algo lejano e increíble, para algunos fue fácil hacer dos días en trabajo ágil o Smart working pero luego – con un gran error de todos – volvimos a las oficinas porque todavía nadie se creía e imaginaba lo que dentro de poco habría pasado.
Palabras como zona roja han entrado dentro de nuestra vida como una declaración de guerra con un enemigo invisible y ambiguo, súper rápido. Cada día se ampliaba la zona de contagio y los números impresionantes de contagiados y los primeros muertos. Cada vez que alguien decía “afecta a los mayores”, en seguida eran jóvenes en graves condiciones, “no afecta a los niños”, y eso tampoco fue, “afecta más a los hombres” etc. Y ninguna previsión se respectaba. La única forma desde el principio ha sido solo lo de aislarse, quedarse en casa, obedecer a las indicaciones y rezar, rezar.
Por primera vez en la vida de todos nosotros han quitados la posibilidad de ir a misa, hasta cerrar las iglesias. En principio incluso parecía ser valiente ir y encontrar formas para escaparse de las reglas, además había empezado la cuaresma. De inmediato, después de las zonas de Lombardía nos tocó al Véneto y a Piemonte, pero allí fue donde fallamos porque nadie creía la gravedad y seguimos con restricciones, pero todavía saliendo. Yo también volví a trabajar a la oficina, aunque ya no estaban permitidas reuniones, formación, encuentros públicos, etc. Pero a partir de la semana siguiente entramos en una pesadilla horrorosa. Te podías pasar todo el día escuchando datos de muertos y contagiados o tratar de no escuchar, pero cuando empieza a llegar a las personas conocidas y querida cambia todo. Amigos más jóvenes que tú, a padres de tus amigos, a muchísimas personas cercanas…
Vivimos una situación dramática, impresionante, como nunca habríamos podido imaginar. Nuestras generaciones nunca han vivido y conocido algo así. Por los cuentos se parece a una guerra, pero el pensamiento es que con ese virus la experiencia que nos impresiona a todos es que se muere en soledad. En cuanto una persona se queda enferma tiene que aislarse y nadie puede visitar al hospital ni recibir un abrazo o un beso. Hasta los funerales están prohibidos y no quiero contar otras cosas terribles que están pasando. Cada día recibimos testimonios de médicos que cuentas cosas que se le quedaran grabadas para toda la vida, como a cada uno de nosotros.
El 8 de marzo fue la última misa a la que pudimos asistir, y eso porque íbamos a una capilla particular de monjas cerca de casa. Desde entonces no hemos vuelto a salir de casa. Llevamos semanas sin ver a nuestros padres ni hermanos, cada familia está aislada y solo nos vemos por teléfono. Ahora se tarda por lo menos 4 semanas para recibir la entrega de la compra online o hacer horas de cola afuera de los supermercados para poder entrar por separados. Cualquier problema de salud que uno tenga ya no puede ir al hospital y lo más horroroso es que, aunque estés contagiado te tienes que quedar en casa y viene a buscarte solo si estas en crisis respiratoria, pero tienes que esperar que te dé tiempo. Ya no hacen tampones y los médicos no pueden más, así como nuestros hospitales, ya no hay sitios en terapia intensiva. Llevamos semanas sin encontrar todo lo que habría falta como dispositivo de protección individual (mascarillas, guantes…) e imposible encontrar gel para manos y desinfectantes como alcohol gel, alcohol, etc.
La semana pasada como Compañía de las Obras estuvimos buscando mascarillas para nuestras empresas para que pudieran dársela a los que todavía estaban trabajando, pero no se puede ni siquiera importar porque te la pueden secuestrar en la aduana por emergencia nacional.
Cada familia en principio ha luchado sobre todo con los mas jóvenes para que entendieran que no se podía salir, ver a amigos, hacer deporte, etc. No hemos podido tener retiro de cuaresma, han anulado los ejercicios de la fraternidad… pero cuanto más nos han quitado, cuanto más cada uno de nosotros ha rezado más, el rosario cotidiano, los curas han sido impresionante en cómo se han organizado para dar misas en streaming a todas las horas, todos los instrumentos de hacer meetings digitales se usan para la escuela de comunidad, y verse con el grupo de fraternidad. Nosotros tenemos la suerte de vivir con dos amigos del movimiento en la misma planta y así cada día a las 20 abrimos las puertas y, sin salir de ella, rezamos juntos mirándonos.
Desde el 11 de marzo toda Italia es zona roja. Todos tienen que estar encerrados en casa. Y cada día se hacen medidas más estrictas, pero ya es bastante tarde por que los números de muertos y contagios son impresionantes, más que China. Sobre todo rezamos cada vez más. Llegan testimonios impresionantes de médicos y enfermeros. Un amigo nuestro ingresado escribe una carta que se encuentra en Tracce https://it.clonline.org/lettere/2020/03/17/coronavirus-lettera-malato-torino donde dice que “Jesus no lo ves solo si no quieres”.
El 19 de marzo, fiesta de san José, un pueblo entero, toda Italia se ha unido cada uno en su casa, con una luz encendida a la ventana, rezando el rosario invitados por el Papa para pedir que Dios nos libre de esa pandemia. Ha sido impresionante.
Rezamos para todos, para los médicos que están viviendo todos como santos, incluso algunos convirtiéndose, los enfermeros, los que limpian los hospitales, la cruz roja, los curas que sujetan nuestra fe. Nos escribimos y nos llamamos para saber si estamos todos bien y tratar de trasmitirnos esperanza. Los chicos tienen clases on line y todos trabajamos desde nuestros pisos, pero en ambos casos tratamos de ayudarnos y agradecemos podernos ver con los compañeros todas las mañanas. Nada puedes darlo por descontado.
También como Cdo estamos todo el día conectados con el computador y el teléfono para ayudar nuestros empresarios en todo lo que se pueda y decir una palabra de esperanza, porque ahora pedimos que nos libre de esa pandemia y luego será durísima, pero tenemos que rezar nosotros para aguantar. El viernes nos juntamos en forma digital con 65 empresarios para ayudarnos y de verdad nosotros solo podemos ofrecer nuestra compañía y presencia y aunque tengamos miedo como todos, tenemos la gracia de haber encontrado la única posibilidad de vivir en estas circunstancias y una de ellos después nos ha escrito “la esencia de la Compañía ahora se respira toda”.
¡Y que regalo ha sido el Decreto apostólico de especiales indulgencias para esta temporada!
Hoy el Papa nos ha invitado a rezar todos juntos el Padre Nuestro el 25 de marzo a las 12 y el viernes a las 18 (hora de Italia) con Bendición Urbi et Orbi y posibilidad de recibir indulgencia plenaria”.
¡Rezamos juntos!