Este último tiempo nuestro país transita velozmente desde la desconfianza a la crítica total. Todo se ha vuelto ocasión de sospecha, de escándalo y pesimismo. Existe una competencia por quién grafica peor la situación actual y pareciera que las personas y sus iniciativas se disuelven en una lógica de Estado. ¿Es que sólo a algunos les «duele Chile»?
Por un tiempo se pensó que levantar expectativas y trasparentar conflictos relativos a la equidad y a la justicia social podría generar consensos. Una amplia propuesta de reformas se suponía que consolidaría la paz social, en cambio, inesperadamente se han transformado en muros impenetrables y en un debilitamiento de la política como afirmación del «Bien Común».
¿De qué forma podemos intervenir en el sistema aportando equidad y crecimiento, pero incrementando el respeto por la persona y sus ámbitos de desarrollo?
Criticar es construir
La riqueza inagotable de la tradición cristiana, identifica a la crítica como la capacidad de examinarlo todo y quedarse con lo bueno. Criticar, no es desconfiar, es atravesar las dudas hasta tocar la realidad del otro. Este es el terreno fértil donde se injerta lo nuevo. La política, que nace de esta positividad, favorece una cultura del encuentro entre la crítica y la novedad como expresiones de un bien mayor sobre el cual seguir construyendo.
Entonces, ¿Cómo se sostiene una obra dentro de un contexto de incertidumbre legal y/o social? Mirando a la persona y convocando a una real participación dentro de la propia iniciativa a la cual se adhiere, generando un «contexto constructivo y creativo». Esta es la experiencia y el desafío de muchas iniciativas – empresas, universidades y colegios- para sostenerse en el servicio al bien que documentan. Este es el testimonio de tantas obras: afirmar el amor al trabajo, al emprendimiento y la educación- como un derecho y deber real- incluso ante leyes imperfectas e injustas.
Del diálogo al voto
Lo que derriba los muros del enfrentamiento y de los prejuicios es descubrir que nos unen las mismas preguntas. ¿Cuáles son las necesidades de las personas? ¿Dónde están sus prioridades? El contexto de las elecciones municipales favorece estos desafíos en su propia escala.
a) El diálogo es el método de la democracia. La comparación que brota del dialogo genera compañeros de camino y nos enseña que el valor de la persona está sobre sus ideas, proyectos y programas. Encontrarse con el otro, así como es, se revela como una hipótesis inagotable de creatividad, como testimonia incansablemente el Papa Francisco.
b) Un diálogo sincero y decidido, permite valorar la propia experiencia y la de otros, como inicio y sugerencia de respuestas globales. Del diálogo nacen gestos – en la familia y en el mundo público- en que se abraza lo desconocido, y en que la desconfianza se vuelve crítica como efectivo aporte.
Del diálogo nace el gesto de votar. Es relevante votar para salir de la ‘crítica’ anónima. Votar es construir, porque obliga mirar a otro e informarse. ¿Quiénes son los candidatos? ¿Qué proponen? ¿Es posible, de alguna forma, encontrarlos?
Compañía de las obras de Chile