Según Massimo Borghesi, profesor de Filosofía moral en la Universidad de Perugia, es evidente que el autodenominado Isis (Daesh) sigue siendo una amenaza que siembra el terror a pesar de las coaliciones que afirman combatirlo, sencillamente porque “no se le ha querido vencer realmente”.
Con gran realismo, ya en 2003, el profesor Borghesi, atento estudioso de la incidencia de la “teología política” en el tiempo moderno, exponía la razonabilidad a largo plazo de la oposición a la guerra en Iraq por parte del Papa Juan Pablo II porque, como ha recordado recientemente Claudio Magris en el Corriere della Sera, esta decisión “no nacía precisamente de la simpatía por el feroz déspota iraquí ni por un pacifismo abstracto, que le resultaba extraño porque su experiencia histórica le había enseñado que la guerra, siempre terrible, a veces es inevitable. El Papa polaco sabía que romper el equilibrio –precario y odioso, pero en todo caso equilibrio– de esa Babel medioriental generaría una atomización incontrolable de la violencia”.
Profesor Borghesi, ¿qué hacer después de los atentados de París, con un miedo creciente?
Sobre la legitimidad de detener al Isis, aunque con muchos contrastes, existe cierta convergencia. El problema es, desde el punto de vista militar, cómo hacerlo. Un conflicto terrestre implicaría muchas muertes y, sobre todo, la toma de rehenes por parte del califato de ciudades enteras, como Mosul, habitadas por civiles. Por eso, cualquier acción bélica debe prever, por adelantado, la eliminación de las fuentes financieras y militares del califato. Los que gritan “guerra, guerra” deben valorar atentamente las fórmulas para reducir al mínimo el número de víctimas. Además, habrá que tomar en consideración los atentados que inevitablemente se producirán en suelo europeo como represalia.
¿La intervención armada es inevitable?
Debe tratarse de una intervención que nazca de la implicación de todos los protagonistas, de Obama a Putin, pasando por Europa, Assad, Arabia Saudí, Turquía. La horrible masacre de París ha sido sin duda un autogol para el Isis. Implica el declive de las complicidades, de los apoyos financieros y militares, y obliga a establecer una alianza contra un estado de terroristas que amenaza la paz mundial.
Según Noam Chomsky, el Isis no es más que “una sociedad externa de Arabia Saudí”, pero su poder parece crecer sin límites…
El Isis es una “teología política” y, como todas las teologías políticas, solo pierde su fascinación y su halo de verdad en el campo de batalla. Su derrota real marcará su derrota ideal. Queda el problema de una depuración, una reforma del islam contemporáneo, que debe encontrar el camino para valorar los mejores aspectos de su tradición, conciliables con las libertades, empezando por la religiosa, y con los derechos fundamentales.
La sociedad occidental, que se siente amenazada, manifiesta sus debilidades ante las certezas de los terroristas, ¿cómo se puede valorar esto?
Veo en Facebook a amigos que alaban el heroísmo de Manara como signo de la “libertad” occidental en respuesta al fundamentalismo del Isis. Sin darse cuenta de que son precisamente estos los argumentos que avalan el radicalismo islamista: Occidente como libertinaje y nihilismo, carente de ideales.