«Mi número 30 de Navidad en la celda tiene el rostro de mi madre»
Una sentencia de cadena perpetua, el pensamiento de la Navidad que devuelve a la infancia la bondad y la sencillez: ¿es esperanza para todos?
IlSussidiario.net 25 de diciembre 2020
Tengo treinta años, querido sacerdote, que me veo obligado a escribir Feliz Navidad desde el interior de mi celda: este año será la «Navidad número treinta» que pasaré aquí. De niño soñaba con ir un día a ver Belén: me he resignado a pensar que esta celda ahora seguirá siendo mi Tierra Santa a partir de ahora. Cuando me despiertan muchos recuerdos estos días de celebración. Me gustaría encontrar ese sueño de cuando era un niño muy pequeño: en Nochebuena ni los cañones podían despertarme. Mi mamá siempre me decía que esa noche estaba prohibido abrir los ojos, aunque fuera por error, porque Papá Noel, por temor a ser visto, volaba sobre los techos de la casa sin traerme los regalos, los que había estado esperando ansiosamente durante todo un año. Así que me hundí en el sueño, dejando, sin darme cuenta, que mi padre puso las vías del tren eléctrico en mi habitación en la noche sin que me diera cuenta. Ahora, ese tren eléctrico, se llama cadena perpetua: me trajo aquí, en un tramo de la cárcel que parece un apartadero de una vía férrea: «Fin de sentencia nunca» está escrito en el calendario que me hizo justicia. Para mi dolor no hay fin, para la esperanza existe el riesgo de que termine. Que termine antes de la frase: ya les ha pasado a muchos.
No me creerás, viendo que ya no soy un niño (casi podría ser tu padre), pero me gustaría volver a encontrar, aquí tras las rejas, esos sabores navideños. De niño me volvía loco la ensalada rusa: era un plato de ricos y recuerdo que, en casa, solo la comprábamos una vez al año en el supermercado, con vistas a la Navidad. Comí en abundancia sin parar, entrecerré los ojos, saboreé ese brebaje e imaginé que era hijo de una bella noble. Me gustaría encontrar, de aquellas navidades, a las personas que tanto amaba y que hoy sobreviven en mi memoria: los abrazos de mi madre, los silencios de mi padre llenos de amor, el olor a bondad que tenía la abuela. Quién sabe dónde estarán en este mismo momento. Te lo confieso: hay tantas cosas que desearía poder encontrar. Estas son cosas que he perdido, sin embargo, no cambiaría por nada en el lugar de mi edad: nunca cancelaría eso e incluso ahora, como entonces, sigo creyendo en la existencia de Papá Noel, en la bondad, en las recompensas correctas.
Me niego a pensar que lo bueno no se paga en esta vida.
Anteayer, aquí en nuestra prisión, murió Donato Bilancia. Cuántas veces, conociéndolo, le hemos dado la espalda: aquí tenemos reglas que ni siquiera somos capaces de entender, pero nos obligamos a respetarlas. Yo también he matado, no tanto como él, pero la muerte es siempre muerte, señores. Cuando escuché sonar las campanas y pensé que el funeral estaba por comenzar, me encontré diciendo Ave María.: «En Belén lograste dar a luz a Dios en un establo, ¿por qué no pudo haber nacido en él también?» Yo le pregunte a ella. Estoy esperando la respuesta: si llega, espero que no nos haga daño. Nos gusta escuchar las respuestas que nos gustan, no las respuestas correctas. Después de treinta años en prisión, hasta la cabeza va y viene como agua caliente en las duchas estos días. Sin embargo, a pesar de todo, sigo sonriendo, emocionándome, soñando: estoy muy feliz de hacerlo y no tengo miedo al futuro, aunque mi futuro no tenga futuro reservado: ¡Fin del dolor nunca! Escribir feliz navidad este año también, créanme, es un gran logro para mí: estoy más convencido que nunca de que esta es mi mejor temporada posible. ¿Quieres saber qué imagen navideña tengo en mi corazón? Es el rostro de mi madre: desde hace treinta años, todos los días de Navidad, me ha dicho que pasaremos el próximo juntos. El fin de la esperanza nunca es para ella. Es la cuerda que me mantiene colgando de la cintura: la otra cuerda, la que vemos por todas partes, lleva directamente al otro lado. Acepta mi deseo: escuchar, en Navidad, una voz que te mantendrá con vida. Si es así, nos espera una bonita Navidad.
Lleva estos saludos de mi parte al mundo entero, si los aceptan. Si no los acepta, se los llevas de todos modos: te los quitaré de la cara.