Fue fundado en 1815, inició sus actividades en 1818, en Santiago de Chile es la institución de caridad más antigua de Chile, desde el comienzo de sus actividades han pasado 205 años, un testimonio vivo y actual de nuestra historia y del alma profunda del país.
Después de la Patria Vieja, etapa de la historia de Chile comprendida entre la Primera Junta Nacional De Gobierno (18 de septiembre de 1810) y la batalla de Rancagua (1-2 de octubre de 1814), evento que significó la derrota del movimiento patriótico en manos de las fuerzas realistas, se dio paso a la Reconquista; muchos patriotas se refugiaron en Argentina, mientras un puñado de ellos fueron tomados prisioneros y llevados a la isla de Juan Fernández.
Permanecieron prisioneros ahí durante dos años sufriendo toda clase de penalidades y viviendo en una situación en extremo precaria. En estas condiciones hicieron a la Virgen de Dolores el juramento de que, si algún día volvían a respirar el aire de la libertad, se consagrarían en muestra de gratitud a aliviar a los enfermos desvalidos, fundando una institución destinada a visitarlos, socorrerlos en su desgracia, procurarles medicina, alimentos, abrigo y cristiano consuelo.
El acta de fundación del «Instituto de la Caridad Evanjélica de los Siervos de la Bienaventurada Virgen María de los Dolores» (original en la biblioteca de la catedral de Santiago) está fechada el 3 de marzo de 1815, en la isla de Juan Fernández; y está firmada por cuarenta y dos personas, entre ellos conocidos patriotas como: Juan Egaña, Manuel de Salas, Ignacio de la Carrera, Joaquín de Larraín y Salas, José Santiago Portales, Mariano Egaña, Juan Miguel Benavente, Manuel Blanco Encalada, Agustín de Eyzaguirre, Francisco Antonio Pérez, José Ignacio Cienfuegos, Agustín de Vial, José Paciente de la Sotta y muchos otros.
Después del triunfo de Chacabuco 1817 y lograda la independencia definitiva de Chile, los confinados en la isla de Juan Fernández fueron rescatados y llevados a Valparaíso, donde se les dejó en libertad. De vuelta a sus hogares cumplieron su promesa y fundaron la sociedad, que es como la madre de todas las iniciativas que a favor de los pobres ha habido en Chile, ya que es la más antigua de las instituciones de caridad.
El Instituto fue eregido como una Hermandad (asociación de fieles de la Iglesia Católica), contando con la aprobación canónica del Obispo diocesano de Santiago, Don José Santiago Rodríguez Zorrilla e Idoate. El año 1818 se constituyó en la iglesia de San Miguel de la Compañía de Jesús y el ilustrísimo don Manuel Vicuña Larraín (posteriormente Arzobispo de Santiago), fue su primer capellán. En 1820 se pidió al Director Supremo, don Bernardo O’Higgins, fuera su primer Presidente.
Fue confirmada esta aprobación canónica por una Bula de S.S. el Papa Pio VII quien concedió gracias e indulgencias a sus integrantes. Esta fue dada en Roma, en Santa María la Mayor, el día 8 de marzo de 1822, año 22 de su pontificado.
Desde un comienzo la institución desempeñó una obra social de suma importancia, dedicándose a visitar a personas necesitadas y enfermos, llevándoles desde consuelo fraterno y espiritual; asistencia médica y remedios; y hasta ropa, velas y leña.
Por Decreto Resolución N°01567 del Presidente Aníbal Pinto G. del 11 de Julio de 1879, se reconoce la personalidad jurídica del Instituto desde el 28 de julio de 1823. Más adelante, aunque las socias de la Hermandad seguían visitando en sus casas a los enfermos y necesitados, la institución se hizo cargo de distintos dispensarios, con fondos que provenían de legados, donaciones de los socios y aportes del público general.
El Instituto de Caridad Hermandad de Dolores, es hoy una corporación sin fines de lucro, cuyos estatutos vigentes constan en escritura pública de fecha 6 de octubre de 1998, complementada por escritura pública del 14 de abril de 1999. Actualmente gestiona siete policlínicos, distribuidos en diferentes comunas de Santiago. Atiende medicina general del adulto e infantil, además cuenta con kinesiólogos, odontólogos, matrona y psicólogo. Todos los servicios se entregan gratuitamente, así como también los medicamentos, exámenes y radiografías que necesiten los requirentes.
Al cumplirse 200 años de la Hermandad de Dolores (el año 2015), un grupo de investigadores del Instituto de Historia de la Universidad de los Andes inició el proceso de catalogación y digitalización del archivo que recorre los siglos XIX y XX. «Aquí hay una historia de la medicina viva», señala su presidente, Rodrigo Alonso.
«Los patriotas de la Independencia tenían cultura urbana. Desterrados en Juan Fernández por más de dos años, mal alimentados y enfermos, habitantes de cavernas que ellos mismos tallaron, se comprometieron a crear, llegado el día de la libertad y ya en Santiago, una fraterna Hermandad de Dolores».
Un fenómeno del siglo XIX
Como señala la reconocida historiadora Sol Serrano en su artículo «Espacio público y espacio religioso en Chile republicano», el asociacionismo católico fue un fenómeno cuantitativamente significativo en nuestro país. «Las cofradías entendidas como asociaciones católicas laicas de fieles que se reúnen con el fin de practicar una devoción religiosa y otorgar servicios religiosos a sus asociados, lejos de ser un fenómeno solo de herencia colonial, es también un fenómeno del siglo XIX». La profesional escribe que «todas también tienen deberes y derechos que obligan a los asociados. Así como la cofradía presta servicios a la parroquia, presta servicio a los cofrades con asistencia sacramental para un mejor morir: la comunión en enfermedad grave y el entierro además de las misas por su alma para pasar el purgatorio».
En este contexto nace la Hermandad de Dolores, pero como también precisa la historiadora y docente del Instituto de Historia de la Universidad de los Andes, Alexandrine de la Taille, esta entidad si bien partió hace 200 años como una cofradía de laicos, hoy su estatuto jurídico es diferente. «Se trata de una corporación privada sin fines de lucro que actualmente gestiona siete policlínicos distribuidos en diferentes comunas vulnerables de la Región Metropolitana. Todos los servicios se entregan gratuitamente, así como también los medicamentos, exámenes y radiografías que se soliciten. Lo notable es que, después de doscientos años y gracias al muy buen manejo de sus directores, sigue teniendo una gran actividad en el campo médico. Estamos ante la institución de caridad más antigua y vigente de nuestro país», advierte De la Taille.
El doctor Rodrigo Alonso, actual presidente del directorio de la Hermandad de Dolores, complementa que fue aproximadamente durante los años de la Presidencia de Aníbal Pinto que los miembros «quisieron dar un giro y convertirse en una institución de carácter civil. ¡Fue un acierto! Quizás los socios ya vislumbraban que con el correr de los años los temas y personas vinculados a la Iglesia podrían correr peligro. Lo que también rescatamos es que después de 200 años la mística sigue siendo la misma y nuestros estatutos, al igual que en el siglo XIX, hablan de la santificación de sus miembros a través de la advocación a la Santísima Virgen, a través de la caridad a los pobres y los más necesitados».
La investigadora Alexandrine de la Taille explica que era común en el siglo XIX que las cofradías se prestaran auxilio espiritual entre sus miembros, «ya que se la entendía -tal como lo han escrito las historiadoras Macarena Ponce de León y Sol Serrano- como una red de amparo. No es una relación meramente monetaria, y en el archivo de esta hermandad se aprecian una serie de compromisos y devociones que debían vivir sus integrantes, entre otras prácticas de piedad la novena a la Virgen de los Dolores. Pero la particularidad de estos laicos es que no se quedan en una caridad puertas adentro, sino que salen a buscar a los desvalidos y de manera especial a los enfermos».
En estas tareas, las mujeres de la élite de Santiago tuvieron un rol particular, ya que no sólo contribuían con aportes económicos, sino que también, eran ellas las encargadas de realizar las visitas domiciliarias y periódicas a los beneficiarios. Destacaron, por ejemplo, Antonia Salas de Errázuriz, Victoria Prieto de Larraín, Damiana Toro de Concha y Rosario Montt.
«Hay mujeres de la élite que no se quedan en sus casas, sino que salen a buscar al enfermo. Estamos ante una mujer católica activa y que trabaja de sol a sol», dice Alexandrine de la Taille.
El médico Rodrigo Alonso complementa que «nos hemos encontrado con varias mujeres -muchas de ellas desconocidas para la historia de Chile- con un empuje impresionante. Es muy interesante este punto porque estamos ante una mujer que no solo hace la visita al enfermo y se va para su hogar. Ella también sabe de remedios y de enfermedades. La mujer que trabaja en la Hermandad de Dolores reza, tiene un compromiso con la iglesia, pero también entiende de medicina, se arriesga al contagio, sabe de sangradores, da cuidados y se relaciona con los boticarios».