Por María Luisa Vial V. Directora académica – Colegio San Rafael – Fundación Barnechea
La situación actual nos lleva a preguntarnos muchas cosas y, entre ellas, si vale la pena o no estudiar y enseñar en tiempos de una pandemia.
Hace muchos años tratando de explicar la diferencia entre las cosas útiles y las necesarias, me encontré con esta maravillosa conferencia de CS Lewis “Aprendiendo en tiempos de guerra”.
El famoso escritor, veterano de la Primera Guerra mundial,da esta conferencia en la Capilla de la Virgen María en Oxford el año 1939 a los estudiantes de Oxford que están comenzando el período de otoño.
Les invito a leer un par de párrafos:
«Una universidad es una sociedad para la búsqueda del aprendizaje. Como estudiantes, de ustedes se espera que se conviertan, o comiencen a convertirse en lo que en la Edad Media se llamaba clérigos: filósofos, científicos,investigadores, críticos o historiadores. Y a primera vista esto parece ser algo extraño durante una gran guerra. ¿Cuáles la utilidad de comenzar una tarea que tenemos tan pocas posibilidades de terminar? O, aunque resultase que no fuéramos interrumpidos por la muerte o el servicio militar, ¿por qué deberíamos, -de hecho, ¿cómo podríamos-continuar interesándonos por estas plácidas ocupaciones cuando las vidas de nuestros amigos y las libertades de Europa penden de un hilo? ¿Acaso no es como tocar la lira mientras arde Roma?»
He aquí un pequeño fragmento de la respuesta de Lewis:
«… creo que es importante intentar ver la calamidad presente bajo una perspectiva verdadera. La guerra no crea en absoluto ninguna situación nueva; simplemente agrava la situación permanente de los humanos de tal modo que ya no podemos ignorarla. La existencia humana siempre se ha vivido al borde del precipicio. La cultura humana siempre ha existido bajo la sombra de algo infinitamente más importante que ella misma. Si los hombres hubiesen pospuesto la búsqueda del conocimiento y la belleza hasta que se hubieran sentido seguros, la pesquisa nunca hubiera comenzado. Nos equivocamos cuando comparamos la guerra con” la vida normal”. La vida nunca ha sido normal.Incluso aquellos periodos que consideramos más tranquilos, como el siglo XIX, resultaron estar, si se examinan con más detalle, llenos de crisis, alarmas,dificultades, emergencias. Nunca han faltado razones verosímiles para aplazar las actividades culturales hasta que se hubiera evitado algún peligro inminente o alguna auténtica injusticia se hubiera enmendado.
Pero hace mucho tiempo que la humanidad eligió desatender esas razones verosímiles. Querían conocimiento y belleza ahora, y no esperarían por un momento apropiado que nunca llegaría. La Atenas de Pericles no sólo nos dejó el Partenón, sino, de forma significativa, el Discurso Fúnebre. Los insectos han elegido una línea diferente: han buscado primero el bienestar material y la seguridad de la colmena, y me imagino que tendrán su recompensa. Los hombres son diferentes. Ellos plantean teoremas matemáticos en ciudades asediadas, presentan argumentos metafísicos condenados en celdas, hacen bromas en los patíbulos, discuten los últimos poemas mientras avanzan sobre las murallas de Quebec, y se peinan el cabello en las Termópilas. No es cuestión de gallardía; es nuestra naturaleza.»
Cada uno de nosotros enseña una pequeña porción de esa cultura de la que somos parte de una manera tan radicalmente única. La enseña porque ha descubierto en ella esa belleza que la hace necesaria y no sólo útil. En los tiempos difíciles apreciamos lo que siempre tuvo valor y adquirimos una lucidez extraordinaria para desechar lo superfluo.