En 2003 los americanos llegaron a Iraq con la pretensión de liberar el país de la tiranía y promover la democracia, el pluralismo, la libertad y la estabilidad. Pero sucedió justamente lo contrario. Emergió una nueva cultura, extraña para nuestras sociedades: la cultura del “confesionalismo” religioso y étnico. El resultado fueron combates, luchas, limpieza étnica y religiosa de ciudades y regiones, rendición de cuentas y violaciones de la dignidad. Todo ello favoreció el ascenso de organizaciones terroristas takfiristas como el Isis, y su terrible barbarie. Como si todo eso tuviera el objetivo de poner fin a la pluralidad social, religiosa, étnica y cultural de Iraq y de toda la zona. Esta situación de anarquía desenfrenada ha cosechado y sigue cosechando miles de muertos y heridos, y ha dejado tras de sí a tres millones de desplazados, infraestructuras semi-derruidas, desempleo, pobreza y analfabetismo.
La cultura takfirista y terrorista extendió su sombra sobre los cristianos y otras minorías religiosas que se convirtieron en objetivo de los extremistas. Fueron secuestrados, asesinados, expulsados, sus iglesias fueron destruidas: así fue con los cristianos de Mosul y de la llanura de Nínive. La “dispersión confesional” les marginó políticamente, fueron discriminados, tratados como ciudadanos de segunda clase e indeseados. Por eso buscaron refugio en los países limítrofes, en el reino jordano hashemita, en Líbano, en Turquía, y de ahí fueron tomando camino hacia Occidente para proteger su vida y el futuro, suyo y de sus hijos.
Las minorías en Iraq y en toda la zona se preguntan cómo será su destino y su futuro, qué será de sus casas y propiedades, de sus ciudades y pueblos. ¿Algún día podrán, ellos que son ciudadanos autóctonos, volver a sus tierras históricas? ¿Sus casas y negocios, violados por grupos organizados, se podrán reconstruir? ¿Verán realizadas reformas sustanciales en la Constitución y en la legislación que garanticen su igualdad? ¿El gobierno iraquí, los Estados Unidos y la comunidad internacional harán algo para protegerles y garantizar sus derechos? Es necesario afrontar estas crisis con realismo y decisión, y encontrar una vía de salida segura y duradera, sobre todo por lo que se refiere al pensamiento takfirista y al terrorismo, convertido ya en un fenómeno global capaz de suscitar terror en cualquier parte.