Por Alfredo Vota
Y de repente la pandemia nos interpeló.
Nos redujo a nuestros hogares, nos distanció de nuestros afectos, más allá del núcleo primario, nos alejó de nuestros lugares de trabajo, nos impidió ir a los templos. Pudo haber sido una catástrofe. “No es bueno que el hombre esté sólo”… menos aislado.
En medio de esos momentos, me llegó por la escuela de comunidad, «El despertar de lo humano». Ya el nombre parecía corresponder a lo que experimentaba, era eso lo que sentía que ocurría en la escuela. Vi como los docentes nos juntamos a descubrir un nuevo modo de enseñar, todos los equipos en función del hecho educativo, pudiendo re pensar cada propuesta. Modos nuevos de hacer escuela en medio de semejante situación, paradojalmente sentía que estábamos más cerca que nunca de lo que había soñado y escrito tantas veces en los artículos sobre educación.
Carrón, puso palabras a nuestra mirada, puso frases a nuestros pensamientos y nos permitió sentirnos en compañía.
Con esta impronta empezamos a organizar charlas para docentes desde el Centro de Innovación Educativa (Cieda). Nos propusimos contar lo que descubrimos a nivel educativo, contar que valía la pena dar respuestas creativas a la realidad, que era una oportunidad, que podíamos pensar la situación como una posibilidad para nosotros, que era un drama, no una tragedia.
Hicimos encuentros sobre secuencias didácticas, evaluación en pandemia, modos de mirar la nueva normalidad y nos animamos hasta presentar «El despertar de lo humano», desde Cieda que es un centro no confesional.
Tuvimos cerca de 25 charlas, alcanzando a unas 3000 personas. Dimos charlas para Perú, varias provincias argentinas, acompañamos a varias escuelas públicas y a muchos docentes locales. Trajimos ponentes de México, España y Brasil. Todo un regalo impensado… y ¡en pandemia!.
En medio de esta historia, nos tocaba dar respuesta a un evento que veníamos haciendo desde hace 6 años, «La Semana Internacional».
Para nosotros siempre fue un momento significativo. Era la oportunidad de palpar la hermandad latinoamericana. Venían colegios de México, Brasil, Guatemala, Colombia y pasantes de Alemania. Es un gran congreso juvenil, con un día destinado a las ciencias, otro a las artes y las humanidades y dos días a los deportes y los fines de semana teníamos las salidas turísticas y recreativas para los visitantes. El año que más alumnos de delegaciones extranjeras tuvimos, fueron 360 de distintos países y unos 400 de otros colegios de Argentina, más los alumnos de nuestros colegios.
¿Este año se podría hacer?
Los estudiantes presentaban signos visibles de agotamiento frente a la virtualidad. ¿Serviría de algo resucitar la semana internacional o mejor esperar el año que viene?
Y nos lanzamos a la aventura.
Primero pensamos un concepto en consonancia con nuestra mirada de la realidad y propusimos “Buscando la belleza que habita en nosotros”, siguiendo la idea de los libros, La belleza desarmada y Un brillo en sus ojos de Julián Carrón.
Construimos la imagen del evento usando la cúpula del teatro Colón (Teatro de la opera de Buenos Aires), obra realizada por Raúl Soldi, autor que tiene un mural comúnmente ignorado en la Catedral de Campana (ciudad donde está el colegio) Queríamos utilizar este concepto como metáfora y recrear la misma experiencia de esa belleza que está siempre ahí, siempre a mano, pero que hace falta una mirada nueva para descubrirla y no pasarla por alto. También la idea de elevar la mirada, ver la cúpula y otras sugerencias que la obra misma nos trajo.
La semana comenzó a organizarse como un evento que fue creciendo en cada paso de su etapa previa, a los países de siempre, se le sumaron los amigos de Chile y de España. Así se sumaron 23 colegios en total.
Fueron tres días con vivos por Youtube y encuentros por Webex (Zoom) Lo hicimos para los tres niveles: Infantil, primaria y secundaria, además sumamos una oferta para docentes y para las familias. En total el evento tuvo unas 15000 reproducciones. Y unos 5000 alumnos, aproximadamente, pudieron participar.
Cada día de la organización fue a conformándose con equipos de los dos colegios, que lograban amalgamarse, como nunca lo habían hecho antes. Esto para mí fue el primer signo de que todo estaba bien, porque la organización, en sí misma, era ya un banquete lleno de significación para los que formamos parte.
Durante el evento un momento clave fue la entrevista con Jec, un momento donde todos se quedaron mudos. Pude ver como detrás de cámara, la técnica y todos los que hacen la producción, que normalmente están en sus cosas, se quedaron mudos, el chat dejó de ser el espacio de las bromas típicas de los adolescentes y se transformó en un lugar de intercambio real. Fue increíble como un joven de 20 años de una favela de Brasil nos puso a todos de cara a nosotros mismos. Vimos una vida llena de desencuentros y dolores, pero con una perspectiva de positividad que resignificó cualquier dificultad que enfrentamos en pandemia. «Mi deseo es conformar la familia que no tuve, y les recomiendo a aquellos chicos que la tienen, que no se evadan con el celular, que aprovechen a sus padres y madres…»
El foro de la belleza, puso en evidencia la experiencia de la nada en la mirada de la realidad que tienen los jóvenes, tema que con insistencia Carrón nos ayuda a pensar, nos pone por delante una gran tarea educativa.
Otro momento impensado fue la entrevista con Javier Macherano, que con la simpleza de los grandes ayudó a mostrar, que lo esencial de la existencia no está en los logros alcanzados, sino en estar atentos a lo que nos acontece, a lo que ocurre y que el éxito implica esfuerzo, enfocarse y una atención que nace en un proceso y un trabajo en equipo.
Cada momento de la semana internacional fue vivido con el estupor de estar presente frente a algo que no era nuestro. Lo vimos en la alegría de los alumnos, en la posibilidad de que los chicos del último año tengan un protagonismo, frente a tanta situación de aislamiento, en los errores, en los comentarios post evento, en fin, en tantas vivencias concretas que ocurrieron a cada momento.
De repente, como el lema proponía, la belleza nos envolvió, nos conmovió y nos dimos cuenta que esta historia tiene un horizonte de positividad que no nos pertenece, pero al que estamos llamados. Muchos fueron las muestras de que algo había acontecido, fuimos testigos de un hecho que nos excedió.
La semana siguiente al evento, en la escuela hubo reunión de padres. Todos los cursos se mostraron agradecidos y comentaron lo importante que había sido para sus hijos. De repente, en una de las reuniones, una madre empezó a decir cosas horribles, casi insultantes. Me quedé sin palabras, pensé unos minutos para no reaccionar con la misma violencia, me dije entonces ¿todo lo que hicimos, para quién lo hicimos?.
Cuando estaba dispuesto a decir algo, no sabía bien qué, un padre pidió la palabra, me dije, bueno… se viene una cataratas de quejas… pero frente a mi sorpresa, dijo, “no estoy de acuerdo en nada de lo que dijo esta señora”, y así empezó a hablar uno y otro y otra y el chat explotó de agradecimientos.
Hasta ese detalle no fue descuidado por el Misterio ¿Para quién hacemos lo que hacemos? ¿Qué halagos estamos buscando?
Y, justo ahí descubrí que frente a una propuesta semejante, nadie queda al margen, es como una espada afilada, pero no es nuestra. Y en ese instante entendí. Los halagos no te pertenecen. Tampoco los reproches, porque esta historia fue escrita por otro, y nos tocó sólo ser testigos de ella.