La educación “es un acto de misericordia, un gran perdón continuo”. Con estas provocadoras palabras Franco Nembrini, profesor italiano de Literatura e Historia en la enseñanza media, y autor de diversos ensayos sobre Dante y la Divina Comedia, ilumina la difícil tarea del educador en este ameno y reconfortante “manual” educativo. Fruto de la recopilación de diversas charlas, encuentros y conferencias con familias y profesores, el profesor Nembrini huye de abstracciones educativas y habla desde su experiencia personal como hijo, alumno, padre y profesor. En los diversos capítulos se percibe la influencia del libro “Educar es un riesgo” de Luigi Giussani al que Franco Nembrini considera un referente.
Para el profesor italiano “las cosas se aprenden dentro de una relación”, nunca a través del miedo, del chantaje, o de la reducción de la educación a una cuestión de imposición de normas. Según el autor la educación se basa en el amor, en afirmar el valor del otro. Y ese amor conlleva no sólo el perdón, sino la acogida del otro tal y como es. “Yo te quiero antes de que cambies, antes de que seas como yo quiero, antes de que seas bueno, antes de que saques buenas notas en la escuela, yo afirmo tu valor antes de cualquier expectativa”.
Uno de los pilares fundamentales para construir esta relación pasa por la certeza de que el alumno vea que te importa su destino, es decir, su felicidad. ¿Significa esto que tenemos que ser perfectos? No. Para Nembrini lo que el alumno busca del educador es un “hombre viviendo”, un hombre esperanzado que le permita crecer seguro. Lo que significa que en muchas ocasiones sobran los discursos. “Papá asegúrame que merece la pena haber venido al mundo” para el autor esta es la demanda que tienen todos los hijos en el fondo de su corazón.
Frente al misterio de la libertad, presente siempre en todo acontecimiento educativo, Franco Nembrini recurre a la parábola del hijo pródigo. Según el educador italiano, el padre podría haberle dicho al hijo: “¡No te vas!” (optando por una solución autoritaria), o bien: “¡Me voy contigo!” (propuesta muy recurrente hoy). “Son dos errores: cerrar la casa para que no puedan salir o irnos con ellos”. Lo que ellos piden es “gente que está, que aguanta por el bien de su hijo, para que él tenga esperanza”. “Quieren saber si su casa está fundada sobre roca, y te ponen a prueba, tiran y aflojan para ver si la cuerda se rompe; pero tú permaneces”.
Para Franco Nembrini hoy existe un tipo de cultura que es devastadora ya que anula en los chicos “los parámetros de juicio en cuanto a lo feo, lo bello, el bien y el mal”. Y promueve modelos vacíos a través de la televisión y del cine. En definitiva, “una cultura de la soledad que exaspera la competencia y la rivalidad”. Lo que les hace superficiales, excesivamente instintivos y estar “totalmente en manos del poder”produciéndose así lo que Giussani llama una “invasión despótica de las conciencias”. Frente a esto, Nembrini propone un “movimiento de resistencia cultural” que ofrezca una experiencia de bien, verdad y belleza. Una propuesta educativa positiva y de carácter unitario, que no elimine las preguntas de la vida, el por qué de las cosas y que huya del cinismo imperante. Una propuesta que realce la conveniencia del bien para nuestros hijos, para crecer e incrementar su personalidad.
Para el autor un profesor es alguien que se deja educar, cuya virtud es la paciencia y que no se deja dominar por el miedo. Que respeta la gradualidad, un crecimiento progresivo en el alumno y sobre todo alguien que nunca dice: “¡Ya es demasiado tarde!”, que no niega la posibilidad de cambio. El educador es un adulto que tiene delante de sí un desafío siempre abierto ya que está en juego el misterio de la libertad humana. Sin embargo, Nembrini considera que este desafío no se puede acometer en soledad. Necesitamos a nuestros amigos, “es siempre y sólo un pueblo el que genera verdadera vida”.
Finalmente, Nembrini insiste en que es de vital importancia, que no nos señalemos a nosotros mismos en el proceso educador. “No os digo, seguidme a mí, sino que tenéis que ir detrás de ese hombre que veis ahí…” Jesús es el gran educador, el único que permite desde la humildad acoger a nuestros hijos. En definitiva Aquel que vino al mundo, no para solucionar nuestros problemas, sino para ofrecernos un punto de vista totalmente nuevo para afrontarlos.