La alegría de empezar el año escolar es un acontecimiento: una vorágine de abrazos, saludos, ponerse al día en las historias del verano y hasta lagrimas de los más pequeños que parecieran no obedecer a las campanas que convocan a un nuevo inicio. El mes de marzo en la educación es mucho más que cuentas que pagar o nuevas normativas que seguir, todavía ir al colegio el primer día es un hecho nuevo en si mismo cargado de un bello presentimiento.
En las carteleras de los cines, una curiosa coincidencia, se estrena la película «Un hombre irracional» de Woddy Allen, que trata de un profesor de filosofía que trabaja en una universidad, y es un habitual provocador en sus lecciones, suscitando un cierto atractivo por sus afirmaciones que logran interpelar a sus alumnos. Hay momentos del film en que efectivamente pareciera que el hombre está hecho para el conocimiento y para no abortar ninguna autentica búsqueda, y este no se trataría de algo que se posee y que habría que repartir – casi una sátira contra la sociedad del conocimiento- sino de una seria consideración de los abismos del corazón tan repleto de exigencias. Sus alumnos no quedan indiferentes, en especial una alumna que a riesgo de seguirlo se involucra afectivamente con él. Y aquí podría estar el distractor para el moralismo en boga, ¿cómo es posible pasar de la atracción por el conocimiento a la atracción por la persona?
En cambio del merito de este film está en que muestra que el conocimiento suscita un atracción cuando está presente la persona, cuando un sujeto más o menos cínico, más o menos integro, vuelve suya una hipótesis que poner a otro. Hay educación si hay un encuentro educativo entre estas dos libertades, el que busca enseñar y el que busca aprender. Esta es la gran lección del film, no se puede prescindir del factor humano e incluso un ser que termina revelándose desquiciado tiene más fuerza persuasiva que toda una institucionalidad.
Claro, la 2ª parte del film el profesor debe responder a sus propias provocaciones, el mismo debe ser compañero de búsqueda con quien lo sigue…y la relación afectiva – algo forzada- tiene solo el gran merito de ser el espacio de la verificación de aquello que se indaga. El film muestra como la alumna se vuelve la maestra a la hora de verificar lo que se había hipo tizado y en este caso el profesor se pierde absorbido por una disparatada traición del propio método que el ha «sugerido»…preguntas y una compañía como lugar de juicio. Todo su nihilismo se vuelve una vorágine de violencia en que desaparece el hombre como ser digno del conocimiento. Y queda el profesor como juez y verdugo. lo contrario del inicio, él se ha vuelvo la institución. En cambio permanece vigilante la joven protagonista porque no se cansa de llevar sus interrogantes mas allá y porque no acepta la compañía del profesor como lugar de enclaustramiento y complicidad.
En la 1ª parte del film el juego está abierto podríamos decir al infinito, en la 2ª se cierra idílicamente sobre la muerte como expresión de justicia y perfección y de paso se podría leer que una relación atractiva centrada en el conocimiento se marchita si se cierra sobre sí misma. Termina el film.
Al final de mis vacaciones un hecho curioso, celebran su cumpleaños en una misma fiesta un niño de 10 años y un doctor en filosofía. Claro hay amistad entre los padres y los amigos, pero no es algo descontado el hecho que el rito del cumpleaños junte a más de un festejado, pero si se trata de un niño y de un filosofo…quisiera saber que hablaron entre ellos, que preferencias gastronómicas tenia cada uno, como surgió esta disparatada idea…lo que es claro que conocerse es una fiesta y que si hay invitados a la propia celebración son una forma de custodiar el inicio de una relación y de un gesto para que no sea absorbida por la banalidad del rito.
Seguramente se trata de dos personas especiales, pero como cada uno de los chicos y profesores que llegaran esta semana a sus claustros, no temerán abrir las puertas y ventanas de sus casas y de sus escuelas, de su corazón a la novedad que llega y que los interpela, porque conocer y conocerse es la fiesta de la vida.
Carta de un profesor a sus alumnos.